Los Embajadores del Jazz: las armas secretas de Estados Unidos durante la Guerra Fría
- Alexandra Lloyd

- 29 sept
- 3 Min. de lectura

Artículo de: Alexandra Lloyd
Traducción de: Laura Calonghi
Eran los primeros años cincuenta. La Guerra Fría estaba en pleno auge, la tensión entre las potencias orientales y occidentales alcanzaba nuevas alturas, y el Departamento de Estado de Estados Unidos presentó un nuevo tipo de soldado: el músico de jazz. Al principio, la decisión pareció extraña, sobre todo porque apenas unos años antes, en la América dominada por las leyes Jim Crow, el gobierno había trabajado arduamente para frenar la difusión del jazz entre las masas, confinando a los artistas a clubes segregados.
Sin embargo, como la música empezaba a popularizarse entre las masas, quedó claro que el jazz era la vitrina perfecta de la cultura americana. Como forma musical semi-improvisada, creada alrededor de un grupo de límites preestablecidos, el jazz pareció la metáfora perfecta para la democracia. El objetivo era claro: mantener el comunismo a raya por todo medio posible. Como consecuencia, los Estados Unidos consideraron el jazz el arma secreta con la que la Unión Sovietica simplemente no podía competir.
Los Embajadores del Jazz que representaron a América durante la Guerra Fría
Conocidos como los Embajadores del Jazz, a los ojos del Departamento de Estado estos músicos solo eran “un frente más en la Guerra Fría.” El New York Times proclamó que “el arma secreta de América es una blue note en clave menor.”
En 1956, Dizzy Gillespie viajó a los Balcanes y al Oriente Medio como primer Embajador del Jazz de América. Más tarde, artistas como Dave Brubeck iban a ser la banda sonora de las discusiones sobre el desarme nuclear entre Reagan y Gorbachev. En general, este acto de diplomacia cultural logró aliviar las tensiones, fomentar buenas relaciones y convertir a muchas personas del público oriental en fans del jazz.
Sin embargo, la ironía de esta exhibición por parte de Estados Unidos es innegable. Como género musical, el jazz tiene sus raíces en la diáspora africana, cuando los Africanos fueron llevados a Estados Unidos como esclavos. A lo largo del siglo XX, las personas negras lucharon por sus derechos y usaron su música para abrazar tanto sus raíces africanas como su nueva identidad americana. Quedaba claro que el Departamento de Estado tenía un doble propósito con sus Embajadores del Jazz, no solo fomentar buenas relaciones, sino también luchar contra los relatos sobre las desigualdades raciales en el país. Enviando grupos de músicos negros y blancos al extranjero para tocar juntos, Estados Unidos pudo fabricar una imagen de armonía étnica, a pesar de que la realidad en casa fuera muy diferente.
Los Embajadores del Jazz eran conscientes de esta ironía y el sentimiento general parecía ser que esperaban que, tras trabajar junto al Departamento de Estado, pudieran contribuir al avance hacia la igualdad en el marco del Movimiento por los derechos civiles. Sin embargo, esto no ocurrió: en 1957, Louis Armstrong canceló su gira después de que Eisenhower se negó a enviar tropas a Little Rock para garantizar la seguridad de nueve estudiantes negros que intentaban matricularse en una escuela secundaria local.
A continuación, Armstrong y Brubeck se propusieron abordar las paradojas subrayadas por el Programa de los Embajadores del Jazz, creando un musical titulado The Real Ambassadors. En general, parece que aunque los Embajadores del Jazz ayudaron en aliviar las tensiones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, sus propias batallas fueron desatendidas y durante décadas se siguió luchando por los derechos civiles.
El jazz fue sin duda una parte importante de la Guerra Fría, un elemento de paz: ¿no sería genial si se pudieran resolver los conflictos solo a través de la música?


